El Ejército del Aire y la invasión de Ucrania

La invasión de Ucrania por el ejército de la Federación Rusa ha truncado muchas vidas y ha cambiado otras muchas cosas, entre ellas a la propia OTAN, que atravesaba un momento difícil tras la apresurada retirada de Afganistán el pasado mes de agosto, y que se ha visto reforzada en su papel de valedora de la soberanía y la integridad territorial de los países de Europa oriental. La invasión ha cambiado el mundo y la fuerza aérea española no podía ser una excepción.

Como país miembro de la OTAN, España ha incrementado su aportación a la seguridad de los países aliados del este de Europa, los más cercanos a la amenazante Rusia de Putin. A la recurrente misión de Policía Aérea del Báltico (BAP, por sus siglas en inglés) que el Ejército del Aire lleva realizando esporádicamente desde 2006 y de manera anual desde 2015 tras la invasión rusa de Crimea, se ha sumado el refuerzo a la seguridad del espacio aéreo sobre el mar Negro.

Desde el 1 de febrero hasta el 31 de marzo del año pasado se desplegaron 6 Eurofighter del Ala 11 y 130 aviadores españoles en la base aérea Mijail Kogalniceanu, cerca de la ciudad de Constanza, en la costa rumana del mar Negro. Fue la primera vez que el Ejército del Aire desplegaba en el flanco sur de la Alianza y la misión se saldó con más de 400 horas de vuelo y una decena de interceptaciones de aviones rusos que volaban sobre el mar Negro sin transpondedor ni plan de vuelo comunicado a las autoridades de navegación aérea civil, en misiones de entrenamiento y de valoración de la capacidad de respuesta de los aliados.

Este año se ha repetido misión en el área del mar Negro. El pasado 11 de marzo 4 Eurofighter del Ala 14 volaban hasta la base aérea Graf Ignatievo, cercana a la ciudad de Plvdiv (Bulgaria). Equipados desde enero con el misil aire-aire de medio alcance MBDA Meteor, los Eurofighter han reforzado a los Mig-29 de la fuerza aérea búlgara en su misión de control del espacio aéreo y de disuasión ante las incursiones de aviones de la fuerza aérea rusa. El día 30 de marzo finalizaba esta misión de apoyo para, sin solución de continuidad, desplegar otro destacamento de aviones de combate, esta vez en el Báltico.

Aviones Eurofighter despegando de Albacete

El 1 de abril se declaraba operativo este nuevo destacamento. Nada menos que 8 cazabombarderos F-18 pertenecientes al Ala 12, con base en Torrejón de Ardoz (Madrid), comenzaban a operar desde la base lituana de Siauliau. Ninguno de los destacamentos que se vienen realizando desde hace 15 años en los países bálticos ha contado con semejante número de aviones. La tensión OTAN-Rusia producida por la invasión de Ucrania es la causa de este aumento sustancial de capacidades. Además, los bizcochos, como son conocidos en la fuerza aérea española, han llegado antes de lo que correspondía en las rotaciones anteriores de la guerra y en Siauliau todavía continúan 4 F-16AM del Componente Aéreo de las Fuerzas Armadas de Bélgica y otros tantos F-16C de la fuerza aérea de Polonia. A este despliegue hay que sumar los aviones basados en Amari (Estonia). Una fuerza aérea considerable para mandar un mensaje claro a Rusia y marcar una línea roja que tiene que quedar meridianamente clara.

Vuelos para transporte de material y traslado a España de refugiados

Pero los aviones de combate no han sido los únicos involucrados en las misiones de apoyo a Ucrania y a los países aliados del este de Europa. El 4 de marzo despegaron de la base aérea de Albacete los dos primeros A-400M del Ala 31 del Ejército del Aire cargados con lanzacohetes desechables C-90, ametralladoras y munición, rumbo a algún aeropuerto polaco cercano a la frontera de Ucrania. Desde entonces y hasta finales de marzo, otros 6 vuelos operados por el Ala 31 mantuvieron un flujo constante de “material ofensivo para la legítima defensa de Ucrania”, según fuentes del Ministerio de Defensa.  Es de destacar el vuelo del 29 de marzo en el que se trasladó, a bordo de nuevo de un A-400M, una ambulancia blindada RG-31 del Ejército de Tierra, poniendo de manifiesto una vez más la capacidad de carga de este gigante fabricado por Airbus en su factoría de San Pablo, en Sevilla.

A estos vuelos de transporte de material militar hay que sumar los vuelos de transporte de refugiados. El 11 de marzo otro A-400M aterrizó en Torrejón con una treintena de niños ucranianos enfermos de cáncer y sus familias. Unos días después, el 29 de marzo, el primer A-330 del Ejército del Aire llevaba a cabo su primera misión operativa fuera de territorio nacional, trasladando a 85 niños huérfanos ucranianos a España. En total 128 personas, entre niños y personal de acompañamiento, volaron desde Rzeszow (Polonia) hasta Torrejón para intentar dar una nueva oportunidad a estos niños de la guerra. Una muestra más de las capacidades de transporte de largo alcance y proyección estratégica aportadas por los aviones de Airbus en servicio en el Ejército del Aire y, que como en el caso del A-330MRTT, son transformados en aviones militares en la fábrica del consorcio europeo en Getafe (Madrid), creando, además, una gran cantidad de puestos de trabajo muy cualificados en la industria aeronáutica nacional.

Así pues, puede decirse que esta nueva crisis, igual que sucediera con la precipitada retirada de Afganistán, vuelve a poner de manifiesto la necesidad que tiene España, como cualquier otra potencia media integrada en la Unión Europea y en la OTAN, de mantener una fuerza aérea capaz de responder a estos grandes retos. Tanto la aviación de combate, capaz de controlar el espacio aéreo y de mandar claros mensajes disuasorios, como la aviación de transporte estratégico, se revelan una vez más como instrumentos indispensables en cualquier política exterior seria.

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