Ayer, en la jornada de prensa que organizó el Ejército del Aire y del Espacio en su cuartel general, a la que tuvimos la oportunidad de acudir, el general del aire Francisco Braco adelantó las primeras hipótesis sobre las causas del accidente que le costó la vida a nuestro querido compañero Pablo Estrada, en un ejercicio de transparencia digno de ser muy positivamente valorado.

Los indicios recogidos y analizados por la Comisión de Investigación Técnica de Accidentes de Aeronaves Militares (CITAAM) en el lugar del accidente, en la provincia de Teruel, hacen pensar que el F-18 del teniente coronel Estrada se precipitó al suelo tras impactar un ave de gran tamaño, probablemente un buitre, contra la cabina.

Fotografías de Elena Iribas

El 4 cuatro de octubre, dos F-18 del Ala 12 realizaban un vuelo a baja cota de entrenamiento programado. Habían despegado de la base aérea de Zaragoza cuando el compañero de Pablo vio como el avión perdía altura y se estrellaba contra el terreno en pocos segundos, sin haber emitido por radio ninguna señal de emergencia.

Era un vuelo rutinario que el teniente coronel Estrada había practicado decenas de veces a lo largo de sus casi 1000 horas de vuelo a bordo de los F-18 del Ala 12 de Torrejón y la meteorología era buena, por lo que las causas del accidente no parecían sencillas de averiguar.

Fotografías de Elena Iribas

Desde un primer momento, los miembros de la CITAAM (expertos pilotos, ingenieros y médicos) barajaron la posibilidad de un impacto contra un ave, si bien es cierto que en estos casos el pájaro suele ser absorbido por alguno de los dos motores, provocando su pérdida pero no un fallo total e inmediato del avión, como fue el caso.

Fotografías de Elena Iribas

Si uno de los motores traga un ave lo suficientemente grande se produce la pérdida del motor, pero el F-18 está certificado para volar en caso de emergencia con un solo motor, con lo que Pablo incluso podría haber intentado aterriza en la base de Zaragoza. Además, en ese caso el teniente coronel Estrada habría comunicado la emergencia por radio y, si no hubiera podido mantener el avión en vuelo, aún le habría quedado la posibilidad de eyectarse. Nada de esto sucedió, por lo que el impacto del ave contra el motor quedó descartado como causa del accidente.

El choque de un pájaro directamente contra la cabina es mucho menos frecuente aún, pero en este caso parecía tomar fuerza esta hipótesis. Finalmente, como confirmó ayer el jefe de Estado Mayor del Ejército del Aire y del Espacio, los indicios recuperados por la CITAAM sobre el terreno refuerzan esta teoría. Las conclusiones definitivas de la investigación todavía se harán esperar unos meses, porque todos los factores han de analizarse de manera exhaustiva por el bien de la seguridad en vuelo.

En cualquier caso, sean cuales sean las conclusiones definitivas de la CITAAM, el recuerdo de nuestro compañero Pablo quedará en los corazones de todos los aviadores como lo que fue, un ejemplo en lo personal y en lo profesional, para todos nosotros.

Fotografías de Elena Iribas

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